“… el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.”
Luis Cernuda.
Escribía el poeta que “el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe”, entonces, ¿Puede ser que el deseo como sentimiento se yierga por condición necesaria en la falta o carencia de lo deseado?
¿Para desear la respuesta a nuestra pregunta, necesitamos no conocer la respuesta? Y sobre todo, ¿Conocer la respuesta conlleva el dejar de desear?
Sí esto fuera así, ¿qué ocurriría en el caso de las parejas establecidas? ¿La muerte del deseo por el otro es algo inevitable?
Entonces, ¿las relaciones de pareja nacen condenadas de antemano, dado de que alcanzar al otro significará la muerte del deseo?
Es cierto que el deseo como sentimiento puede estar enraizado en la privación. Por ejemplo, cuando acabamos de tener sexo, ¿seguimos deseando tener sexo con la misma intensidad? Probablemente no.
¿Tiene relación el deseo con el amor? Evidentemente el deseo por el otro es uno de los componentes del amor romántico. Entonces, de la misma manera que hemos visto que el deseo puede fluctuar en función del estado de privación o saciación –este es un término psicológico que en pocas palabras, digamos que se refiere al hecho de no buscar más de algo por estar saciado, por ejemplo, ya no buscamos comida si acabamos de comer-, y comprendiendo que el deseo es uno de los componentes del amor, ¿puede el amor ser también algo fluctuante?
Cuando formamos parte de una relación de pareja consolidada, nos damos cuenta que el deseo hacia el otro va variando, de la misma manera que varían las ganas de: hablar, escuchar, tener sexo, compartir, jugar, cuidar y cualquier otra cosa que se nos ocurra que implique al otro.
Además, muchos de las causas de estas fluctuaciones escapan a nuestro control, puesto que pueden venir condicionadas por multitud de cosas como por ejemplo: el cansancio por un nuevo trabajo, la motivación por un nuevo proyecto o actividad, una alteración hormonal…
Entonces, siendo todo esto fluctuante, ¿cómo podemos mantener una relación de pareja? ¿Podemos ofrecer amor al otro siempre?
Es un hecho que nuestro estado de ánimo está en movimiento como manecillas del reloj. Pero si relegamos el amor a un estado de ánimo, podría traer consecuencias catastróficas a nuestra relación.
¿Existe alguna alternativa al fracaso asegurado?
Sí, el amor como acto. Es decir, no podemos asegurar que siempre vamos a tener las mismas ganas de cualquier cosa con el otro, porque las “ganas”, tal y como hemos visto, escapan a nuestro control. Lo que sí podemos asegurar es el amor como acto. Es decir, el adoptar un compromiso con nosotros mismos, en favor de lo que valoramos, para tratar al otro siempre de amanera amorosa, es decir, con cuidado, respeto, atención, comprensión. Podemos elegir ese acto, que es el acto de amor hacia el otro; lo que no podemos elegir es que nuestro estado anímico sea siempre el mismo. Ahí radica la clave, en no confundir lo fluctuante –como el “tener ganas”-, con lo que realmente valoramos como importante. El amor crece donde se cultivan actos de amor.